Después de ver que este libro se vendía bastante, me picó la curiosidad y decidí leerlo. No lo incluiré entre los libros que más me han gustado, pero tampoco me ha desagradado. Está bien.
Es sencillo; incluso, a veces, demasiado. Enlazando esa simplicidad infantil con la complicación del conocimiento del protagonista -Christopher- y del síndrome de Asperger severo que el niño tiene.
Uno de los puntos positivos es la curiosidad que me ha creado el libro por saber más sobre el síndrome de Asperger, el autismo y la hiperactividad. De todo se aprende, no? Y, además, dicen que el saber no ocupa lugar.
Contraportada (Ediciones Salamandra):
A sus quince años, Christopher conoce las capitales de todos los países del mundo, puede explicar la teoría de la relatividad y recitar los números primos hasta el 7.507, pero le cuesta relacionarse con otros seres humanos. Le gustan las listas, los esquemas y la verdad, pero odia el amarillo, el marrón y el contacto físico. Si bien nunca ha ido sólo más allá de la tienda de la esquina, la noche que el perro de una vecina aparece atravesado por un horcón, Christopher decide iniciar la búsqueda del culpable. Emulando a su admirado Sherlock Holmes –el modelo de detective obsesionado con el análisis de los hechos–, sus pesquisas lo llevarán a cuestionar el sentido común de los adultos que lo rodean y a desvelar algunos secretos familiares que pondrán patas arriba su ordenado y seguro mundo.
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