"El buda de los suburbios" de Hanif KUREISHI (1990)

Contraportada (Ed. Anagrama):
"Mi nombre es Karim Amir y soy inglés de los pies a la cabeza, casi." Así empieza El buda de los suburbios. El buda en cuestión es el padre de Karim, un respetable paquistaní de clase y edad medias, casado con una inglesa, que un buen día decide brindar a las amas de casa -y a sus maridos- de los suburbios la ración de trascendencia y éxtasis místico a que todos creían tener derecho en los años setenta. El adolescente Karim tolera con juvenil cinismo los desvaríos de sus mayores. ¿Acaso no está él siempre a la búsqueda de diversión, sexo y respuestas a los más diversos interrogantes de la vida? Pero todo se saldrá muy pronto de su cauce y Karim verá las puertas abiertas para lanzarse a la "vida verdadera" en ese caldero mágico de feminismo, promiscuidad sexual, teatro, drogas y rock and roll que era el Londres multirracial y fascinante de los setenta, durante el fin de la era hippy y los albores del punk.

"El palacio de la luna" de Paul AUSTER (1989)

Mi opinión:
Debo reconocer que cuando comencé este libro, creí que me atraparía tan rápida e instantáneamente como "La noche del oráculo". Pero no fue así. Me costó adentrarme. Quizá por el momento elegido para su lectura, demasiados cambios y poca concentración en el placer de sumergirme en unas páginas escritas.
Pero una vez mi mente consiguió relajarse, al menos durante los minutos en que tuviera tiempo para leer, y mi atención se centró en las palabras entralazadas de Auster... disfruté de este libro.

Son muchos los párrafos que se podrían destacar, pero me quedo con estos dos. Buena lectura.

"La casualidad quiso que llevara los últimos a Chandler el mismo día que los astronautas aterrizaron en la luna. (...) Vi a las dos figuras acolchadas dar sus primeros pasos en aquel mundo sin aire, rebotando como juguetes sobre el paisaje, conduciendo un carrito de golf entre el polvo, plantando una bandera en el ojo de la que en otro tiempo había sido la diosa del amor y la locura. Radiante Diana, pensé, imagen de todo lo que es oscuro en nuestro interior. Luego habló el presidente. Con voz solemne e inexpresiva declaró que aquél era el acontecimiento más importante desde la creación del hombre. Los veteranos de la barra se rieron al oír esto y creo que yo también conseguí sonreír una o dos veces. Pero, pese a lo absurdo del comentario, había una cosa que nadie podía discutir: desde el día en que fue expulsado del paraíso, Adán nunca había estado tan lejos de casa." (págs. 41-42)

"(...) Yo había saltado desde el borde del acantilado y justo cuando estaba a punto de dar contra el fondo, ocurrió un hecho extraordinario: me enteré de que había gente que me quería. Que le quieran a uno de ese modo lo cambia todo. No disminuye el terror de la caída, pero te da una nueva perspectiva de lo que significa ese terror. Yo había saltado desde el borde y entonces, en el último instante, algo me cogió en el aire. Ese algo es lo que defino como amor. Es la única cosa que puede detener la caída de un hombre, la única cosa lo bastante poderosa como para invalidar las leyes de la gravedad." (pág. 61)

Contraportada (Ed.Anagrama):
Marco Stanley Fogg está a las puertas de la edad adulta cuando los astronautas ponen el pie en la luna. Hijo de padre desconocido, fue educado por el excéntrico tío Victor, que tocaba el clarinete en orquestas de mala muerte. En los albores de la era lunar, muerto su tío, Marco va cayendo progresivamente en la indigencia, la soledad y una suerte de tranquila locura de matices dostoievskianos, hasta que la bella Kitty Wu lo rescata. Marco empieza entonces a trabajar para un viejo paralítico y escribe su biografía, que éste quiere legar a su hijo, al que no llegó a conocer. Tras un largo periplo que lo lleva hasta el Oeste y bajo el influjo de la omnipresente luna, Marco descubrirá los misterios de su origen y la identidad de su progenitor.
"Un magnífico retrato del alma secreta del hombre urbano" (El País).
"Una de las novelas más completas, elegantes, refinadas e inteligentes de los últimos años" (Sergio Vila-Sanjuán, La Vanguardia).
"Tiene la magia exacta de los mitos que nos sirven para vivir... Pertenece al club de las novelas que desearíamos no terminar de leer nunca" (Justo Navarro).

"Nunca me abandones" de Kazuo ISHIGURO (2005)

Mi opinión:
Deliciosa. Perturbadora. Hermosa. Intensa. Bella. Dolorosa.

A medida que la novela abre la puerta de esta historia, un@ puede darse cuenta que el conservadurismo y la perfección que impregnan las primeras páginas no es más que un fino, pero sorprendente, velo que esconde un relato que no dejará indiferente a quien decida leerla.

Sin ser, ni mucho menos, una novela convencional, ni rozar tampoco el género de la ciencia ficción, Ishiguro te permite, si es que está dispuest@, zambullirte en el debate sobre la alegoría de la orfandad del individuo, la sumisión en la que, consciente o inconscientemente, nos hemos acomodado, sin buscar, a menudo, más allá de lo impuesto a nivel social y de manera general, simplemente por no querer "quebrantar lo establecido".

Contraportada (Ed. Anagrama):
A primera vista, los jovencitos que estudian en el internado de Hailsham son como cualquier otro grupo de adolescentes. Practican deportes, tienen clases de arte donde sus profesores -o guardianes- se dedican a estimular especialmente su creatividad y, como todos los jóvenes, descubren el sexo, el amor y los juegos del poder. Hailsham es un mundo hermético, convencional y extraño a la vez, una mezcla de internado victoriano y de colegio para hijos de hippies de los años sesenta, donde los pupilos parecen ser huérfanos. Donde no dejan de repetirles que son muy especiales, que tienen una importante misión en el futuro, y se preocupan por su salud. Y las relaciones sexuales están libremente permitidas, pero se han prohibido los libros de Sherlock Holmes por su alto contenido en nicotina. Los jóvenes también saben que son estériles y que nunca tendrán hijos, de la misma manera que no tienen padres. Kathy, Ruth y Tommy fueron pupilos en Hailsham, y también fueron un juvenil triángulo amoroso, de vértices cambiantes. Y ahora, Kathy H., a los treinta y un años, se permite recordar Hailsham, y cómo ella y sus amigos, sus amantes, descubrieron poco a poco la verdad.
Y el lector de esta espléndida novela, utopía gótica, fábula (in)moral, peculiar ficción científica con ecos de Blade Runner y de Soylent Green, irá descubriendo de la mano de Kathy que en Hailsham todo es una imitación, una parodia de la vida de un colegio normal, es una representación donde los jóvenes actores no saben que lo son, y tampoco saben que sólo son el secreto terrible de la buena salud de una sociedad.

"El mejor humor inglés" (Ed. Jorge Herralde), 2009

P.G. WODEHOUSE, "De acuerdo, Jeeves"
SAKI, "A contracorriente"
Evelyn WAUGH, "¡Noticia bomba!"
Tom SHARPE, "Wilt"
Roald DAHL, "Cordero asado"
Alan BENNETT, "La ceremonia del masaje" y "Una lectora nada común"
Julian BARNES, "El loro de Flaubert"
Martin AMIS, "Deja que cuente las veces"
Ian McEWAN, "Fabricación casera"
Douglas ADAMS, "Guía del autoestopista galáctico"
Nick HORNBY, "Alta fidelidad"

Contraportada (Ed. Anagrama):
En esta antología del humor inglés, tan presente en el catálogo de Anagrama, parecía obligado empezar por un clásico indiscutido, P.G. Wodehouse, el gran maestro (con la tarjeta de visita de Bertie Wooster y Jeeves, un dúo inmejorable), seguido por el inquietante Saki y el aceradamente irónico Evelyn Waugh. Luego Tom Sharpe, con uno de los memorables interrogatorios que el inspector Flint inflige a Wilt, el más célebre personaje del autor, Roald Dahl, con un cuento de negrísimo humor que ha inspirado a Alfred Hitchcock y a Pedro Almodóvar, así como el gran Alan Bennett, algo tardíamente descubierto por los lectores españoles.
De las generaciones posteriores no podían faltar tres autores ahora tan consagrados como Julian Barnes, con su iniguabalbe don del understatement, Martin Amis y Ian McEwan (con dos relatos con episodios sexuales "para mayores con reparos", como recomendaba en su día la censura), ni tampoco una muestra de los desternillantes "autoestopistas galácticos" de Douglas Adams ni una impagable demostración de la pasión por la música pop de Nick Hornby.
En resumen, un gozoso placer para los muchos lectores adictos a tan estupendos y regocijantes escritores: casualmente once, un equipo imbatible.