En el rótulo de la pensión Lausana faltan letras. Allí malviven, junto al protagonista borracho e insomne (que comparte habitación con el fantasma de una suicida) un joven escritor que sueña con alcanzar el éxito y rescatar a sus padres de la miseria en un Audi conducido por un chófer negro; un pintor enfermo que quiere morir lejos de quienes le conocen, y una mujer madura que asegura haber sido una nadadora famosa, bella y amada por Johnny Weissmuller. Sorprende en la novela la extremada economía del decorado y sobre todo el habilísimo uso de la reiteración. El autor (José María PÉREZ ÁLVAREZ) explota como nadie -abriendo un nuevo camino expresivo, que da la medida de la calidad del texto- la repetición de media docena de leitmotiv, hasta urdir un runrún implacable que se mantiene sin desfallecimientos hasta el final. Exasperación rítmica que nos sumerge en el vértigo que se sigue de constatar que un solo día vale por todos los de antes y después en una especie de presente continuo de pesadilla. No nos encontramos ante una novela triste, nos enfrentamos a una novela implacable.
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1 comentario:
Que blog tan útil. Gracias a ti.
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