"La conjura de los necios" de John Kennedy TOOLE (1980)

Mi opinión:
Me lo recomendario varios compañeros de trabajo (es lo que tiene trabajar en una librería, que a un@ le recomiendan siempre libros que un@ no ha leído todavía, o que desconoce completamente, y si a ello sumamos las novedades, alcanzamos una lista eterna, pero en fin... eso es otra historia). Lo dicho, me lo recomendarion varios compañeros, algunos me dijeron que me encantaría, otros... que mejor leerlo primero, y después comentarlo con ellos.
Y me gustó, pero se me hizo bastante pesado. Supongo que, en parte (o más bien sobre todo) por su protagonista: alguien absolutamente grotesco (al menos, tal y como el autor lo pinta y describe), intransigente, nada dispuesto a abrir su mente a nuevas ideas (y no es que pretenda que las aceptase y cambiase él, sino que me refiero simplemente: dispuesto a escucharlas!), desordenado (y es que el orden es una de mis manías, lo reconozco), egoísta, intolerante, maleducado. Vamos, Ignatius -el protagonista- es poseedor de todas aquellas cualidades que es mejor que una sola persona no englobe en su conjunto.
Un buen punto de ese protagonista, porque no tiene por qué ser malo, es su 'voluntad' (por decirlo de alguna manera) de ir hacia adelante, de no amedrentarse, a pesar de que las cosas no salgan como él había planeado, o de lo que la sociedad pueda decir de él. Da la impresión de estar por encima de cualquier burla. Él está seguro (o al menos, así quiere demostrarlo al lector) que está seguro de lo que defiende y hasta dónde está dispuesto a llegar para defender sus ideas, su causa.
Estoy de acuerdo con la denuncia que Ignatius quiere hacer del siglo en el que vive, porque no hay para menos; pero, quizá, yo lo hubiese enfocado de otra manera.

Contraportada (Compactos Anagrama):
El protagonista de esta novela es uno de los personajes más memorables de la literatura norteamericana: Ignatius Reilly -una mezcla de Oliver Hardy delirante, Don Quijote adiposo y santo Tomás de Aquino perverso, reunidos en una persona-, que a los treinta años aún vive con su estrafalaria madre, ocupado en escribir una extensa y demoledora denuncia contra nuestro siglo, tan carente de "teología y geometría" como de "decencia y buen gusto"; un alegato desquiciado contra una sociedad desquiciada. Por una inesperada necesidad de dinero, se ve "catapultado en la fiebre de la existencia contemporánea", fiebre a la que Ignatius añadirá unos cuantos grados más.

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