Porque con demasiada frecuencia aquello que omitimos, por creer que son detalles o palabras sin importancia, es quizá, precisamente, lo que puede aportar un sentido real y vivo a nuestro andar.
Sumidos como acostumbramos a estar en una cotidianidad en la que no hay hueco para nada más que para las prisas y los grandes “acontecimientos” que nos llegan desde lejos, que ni nos conciernen, y en los que ni siquiera estamos, mínimamente, involucrados.
Si un@ fuera capaz de detenerse, de abrir una simple caja de cartón repleta de fotografías, de instantes capturados, de momentos detenidos que estaban sucediéndose en la puerta de al lado, en la acera de enfrente, quizá podría darse cuenta que lo que da sentido y cuerda a sus días no es lo apresurado, lo lejano, lo impersonal, sino todo aquello que sus propias retinas ven sin tener tiempo a observar.
Con una narración poética, detallista, emocionante y emotiva, McGregor cruza una historia actual en primera persona – la de una muchacha que vive su vida marcada por un hecho que sucedió hace tiempo – con unas imágenes pasadas, de un barrio a final del verano, en el que conviven jubilados, jóvenes y estudiantes, emigrantes… quienes sin conocerse y observándose apenas, sabrán más de los otros de lo que pueden llegar a imaginarse. Todos marcados por algo que pasó al final de ese verano.
Creo que ha sido una excelente elección para volver a darme cita con la lectura, que había dejado abandonada durante unos días o semanas. Ha resultado una novela exquisita. Y es que con un principio como el que transcribo, es difícil que a un@ no le consiga atrapar
Sumidos como acostumbramos a estar en una cotidianidad en la que no hay hueco para nada más que para las prisas y los grandes “acontecimientos” que nos llegan desde lejos, que ni nos conciernen, y en los que ni siquiera estamos, mínimamente, involucrados.
Si un@ fuera capaz de detenerse, de abrir una simple caja de cartón repleta de fotografías, de instantes capturados, de momentos detenidos que estaban sucediéndose en la puerta de al lado, en la acera de enfrente, quizá podría darse cuenta que lo que da sentido y cuerda a sus días no es lo apresurado, lo lejano, lo impersonal, sino todo aquello que sus propias retinas ven sin tener tiempo a observar.
Con una narración poética, detallista, emocionante y emotiva, McGregor cruza una historia actual en primera persona – la de una muchacha que vive su vida marcada por un hecho que sucedió hace tiempo – con unas imágenes pasadas, de un barrio a final del verano, en el que conviven jubilados, jóvenes y estudiantes, emigrantes… quienes sin conocerse y observándose apenas, sabrán más de los otros de lo que pueden llegar a imaginarse. Todos marcados por algo que pasó al final de ese verano.
Creo que ha sido una excelente elección para volver a darme cita con la lectura, que había dejado abandonada durante unos días o semanas. Ha resultado una novela exquisita. Y es que con un principio como el que transcribo, es difícil que a un@ no le consiga atrapar
La ciudad: canta.
Si guardas silencio, al pie de un jardín, en medio de una calle, en una azotea.
Se nota más por la noche, cuando el sonido se expande con mayor nitidez sobre las superficies, cuando el canto alcanza ese lugar de tu interior.
En su mayor parte es una canción sin letra, pero aun así canción, y quienquiera que la oiga sabrá qué canta. Y canta más alto cuando identificas las notas."
Contraportada (Ed. Salamandra):
Una calle cualquiera de una ciudad del norte de Inglaterra a finales de verano. Las escenas se suceden: estudiantes que hacen las maletas, niños que entran y salen corriendo de sus casas; jóvenes que despiertan tras pasar la noche de fiesta; un hombre que pinta las ventanas de su casa; un matrimonio que se encierra en su dormitorio para hacer el amor... Es un día como otros, hasta que se produce un terrible accidente. Tres años más tarde, una joven recuerda lo sucedido, cuando el azar pone en sus manos una caja con las fotografías que un vecino tomó de ella y de los habitantes de la calle. En esas imágenes, lo que parecía cotidiano resulta extraordinario. La joven descubre que las cosas realmente importantes, aquellas de las que nadie habla, pesan sobre su presente igual que marcaron su pasado.
Jon McGregor - seleccionado para el premio Booker con tan sólo veintiséis años - funde lo ordinario con lo extraordinario en una novela cuyo suspense no deja de incrementarse hasta culminar con una sorpresa que aguarda al lector en la última página.
Jon McGregor - seleccionado para el premio Booker con tan sólo veintiséis años - funde lo ordinario con lo extraordinario en una novela cuyo suspense no deja de incrementarse hasta culminar con una sorpresa que aguarda al lector en la última página.
1 comentario:
Lo he vuelto a hacer. He vuelto a entrar aquí para darme cuenta de que necesito dos o tres vidas para leer todo lo que me gustaría.
Este si que tiene buena pinta, a ver si lo encuentro.
Abrazos.
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